En San Lorenzo Tlalmimilolpan, comunidad de Teotihuacán, el campo se tiñó de anaranjado.
Las flores de cempasúchil alcanzaron su punto de madurez y los productores locales iniciaron el corte de los manojos que adornaron los altares y cementerios durante el Día de Muertos.
A la orilla del libramiento de Teotihuacán, junto al río San Juan, las parcelas se llenan de visitantes que buscan las flores frescas y de aroma intenso, características de esta planta nativa de México.
En este punto, las familias Valencia Martínez y Martínez Ramírez mantienen viva una tradición heredada por generaciones.
Roberto Valencia, productor del sitio, explicó que su trabajo continuó la enseñanza de su suegro, quien dedicó décadas a la siembra de cempasúchil.
“Estas son las flores originales, su aroma y su esencia las hacen únicas; las de maceta que venden en otros lados ya no huelen, son de adorno nada más”, comentó mientras observaba los surcos listos para la cosecha.
El proceso comenzó el 26 de junio con la preparación del almácigo, donde germinaron las primeras plántulas.
En agosto, las flores fueron trasplantadas a los surcos y, tras semanas de cuidados, alcanzaron su esplendor entre el 25 de octubre y el 1 de noviembre, justo cuando la demanda crece en todo el país.
En esas parcelas, la venta es directa: los visitantes se detienen a pie de carretera, eligen sus manojos y los productores realizan el corte al momento, garantizando frescura y durabilidad.
Las flores de cabezas más grandes se destinan a los altares y tumbas, mientras las más pequeñas se dejan en el campo como abono natural, cerrando así el ciclo de vida de la planta.
El Estado de México ocupa el tercer lugar nacional en producción de cempasúchil, con casi dos mil hectáreas sembradas, principalmente en municipios como Atlacomulco, Tenango del Valle, Texcoco y Ozumba. Aunque Teotihuacán no figura entre los grandes productores, sus familias mantienen viva la práctica agrícola con un profundo sentido cultural.